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domingo, 25 de diciembre de 2016

El Contable / Un Traidor Como Los Nuestros


The Accountant: un Rain Man, a tortas.

Todos recuerdan a Dustin Hoffman recreando a una personaje con un severo grado de autismo, confundido con su obsesión por el orden y la afectación de aquellos rasgos emocionales que confunden sus relaciones hacia los demás. Un individuo con ciertas particularidades personales, con el mismo derecho que los demás y poseedor de un alto cociente intelectual o dominador de otras funciones neuronales como el cálculo matemático. Aquel Rain Man retratado por un inteligente director como Barry Levinson (El Secreto de la Pirámide, Good Morning Vietnam), se aproxima en la letanía narrativa a este vivaz Contable de 2016, más flexible y estabilizado mentalmente que aquel recordado Charles Babbitt, al menos en apariencia.
Aquí, este hombre especial está interpretado por un Ben Affleck, calculado, dirigido por Gavin O´Connor y responsable de sus desgarros familiares, aventuras extremas u otros movimientos pugilísticos, tal que aquellos hermanos enfrentados en su notable película Warrior.

Para ello, el director cuenta con un entramado corrupto, dentro del espionaje más actual, que va desde una investigación en el seno empresarial hasta los primeros pasos de un pasado oscuro, por medio de un entretenido guion de Bill Dubuque (El Juez).
Los diferentes líos de Rain Man, provenían de la actitud egoísta de su hermano de pantalla Tom Cruise, también relacionados con determinados asuntos económicos y viscerales, pero este experto contable conocido como Christian Wolff posee otras características familiares, motivaciones artísticas y filantrópicas, o acciones que suceden a un aprendizaje erróneo o complicaciones derivadas de un tutor y combatiente, demasiado exigente. Por consiguiente, en el camino de tan desestabilizada situación personal y enigmática, se puede comprobar su extrema dificultad para relacionarse en la vida privada, apartándose de su labor profesional. Sentir determinadas apreciaciones o querencias, llamémosles habituales en nuestra condición de ser racional y emocional, especialmente si, en frente, se aparece la sonrisa cordial de Anna Kendrick.

En otro orden de cosas, The Accountant posee una trama camuflada, responsabilidades encubiertas y ejecuciones amorales, conflictos familiares, mientras se desarrollan atractivas escenas entre la pareja protagonista y un conjunto de grandes actores, como el duro Jon Bernthal o los ya experimentados, Jeffrey Tambor (There's Something About Mary, Hellboy), un apreciado todoterreno que siempre capta nuestra atención, tal que John Lithgow (Footloose, Rise of the Planet of the Apes) y no menos fiable, el genial redescubrimiento del panorama actual, un J. K. Simmons (Spider-Man, Whiplash), captador de miradas y poderoso recitado en su oficio de actor, desarrollando una magnífica tercera juventud profesional.
En nuestro mundo real, no es de extrañar, este conflicto generado en medio de un ambiente generalizado de corrupción, ni las radicales propuestas de una trama, que autoriza sus movimientos al margen de la ley. The Accountant lucha en un mundo plagado de oportunidades para el crimen global, por eso, el personaje de Affleck se defiende con todas las armas mentales y algunas sorpresas adicionales. Este Rain Man, no deja nada al azar, ni siquiera el arte.

Su inteligencia unida a la capacidad física, sirve para olvidar ciertas manías y desatascar, aparentemente, su vida cotidiana, como las tareas automatizadas, escrupulosa situación de los objetos u obsesiones propias de su carácter hermético. Se podría decir que, es el Bourne o Jack Reacher que acomete las justas más peligrosas, con el uso de números a fuerza de golpes. Así, su identidad se enfrenta a complicaciones generadas por su actividad ilegal, o no... su mente a esos procesos cuantitativos y pasionales, su ser al proceso educativo de la infancia y la imagen paterna de un guerrero, como el soldado y fracasado en su matrimonio. Manteniendo oculta esa desproporción modal y sistemática del héroe de acción, o sus habilidades propias del contable preparado para ciertas maniobras de combate exponencial, que chocan como unos suaves labios contra el cemento armado, o entre diferentes piezas del puzzle familiar.
Es mimético, desapercibido y perfeccionista, educado y pragmático, pues posee una mente programada para afrontar cualquier problema o cálculo milimétrico, resolver un conflicto con infinita puntería, o capaz de desmontar su praxis secreta, económica y solitaria, en favor de una labor más romántica. Como un posible Robin Hood de autismo controlado. Mente está estructurada, despierta y precavida, frente a dicha corrupción financiera y política. Sus manos precisas, como el ojo pegado a un objetivo último... contar y ser tenido en cuenta. Al menos, en el futuro cinematográfico.

La joven se fijó en él, en maniobra accidental y calculada sobre el cristal, ensimismada con su aptitud y brillantez, confundida por su frialdad comunicativa e íntima, atraída por un complejo entramado de datos y una mente dosificada. Uniendo los retales de un posible amor... en cambio, lejano. O´Connor se deshace en otros halagos, más dirigidos a los aficionados del género de acción, cerca del suspense con movimientos mafiosos alrededor, muchas acrobacias heredadas de aquellos agentes actuales y piezas de un ajedrez policial, que maneja una renegada con el rostro de la actriz sensual, nacida en Londres, Cynthia Addai-Robinson (Arrow).
En definitiva, entre golpes de ingenio (y otros más efectivos), tiros o corruptelas varias, El Contador contiene trazas interesantes, sin exagerar, transformando perspicacia e inteligencia, en un típico arma de destrucción masiva. Corrección dentro del denominado género thriller, con sorpresa final y matices que transitan ambos lados de la frontera del crimen, o fragmentos del comportamiento humano y el romanticismo huidizo. Puesto que, aunque se pierda en un simbolismo gestual o singularidad de una mente extraordinaria, desembocando en la personificación de Rambo y el combate cuerpo a cuerpo de un Bruce Lee de etiqueta, James Bond sin actitudes para la conquista o seducción, sus inclinaciones son culturales y altruistas, eso sí. Lo peor, algo de ambiente sensiblero en la última suma, multiplicación o división...

Soundtrack The Accountant, de Mark Isham:


Our Kind of Traitor: Traicionar a uno de los suyos.

Esta película titulada en España, Un Traidor Como los Nuestros, está más definida y desarrolla una trama articulada entre la casualidad y la mafia. Con una pareja conformada por el actor escocés Ewan McGregor, antes de la animación The Land of Sometimes, Trainspotting 2 o La Bella y la Bestia; y la londinense Naomie Harris (Moonlight, Collateral Beauty) que demuestra sus dotes para caminar sobre el alambre de los sentimientos y el fracaso de pareja, si bien, el mayor peso de los acontecimientos se desvían a la madeja de corruptelas, sobre la figura arrolladora en actitud criminal y el acierto vocal de un actor descomunal, como el sueco nacido en Gothenburg, Stellan Skarsgard. Él, es el padre y el amante llamado Dima, el engañado peligroso o el prestidigitador del engaño, el invitado en la boda y el Maestro de Ceremonias a este evento, a la vez, el prófugo rebelde y el jefe de la banda... el traidor, ruso traicionado. Será partícipe de El Hombre que Mató a Don Quijote, con próximas aventuras en el filme de Martha Coolidge, Music War and Love, Return to Montauk de Volker Schlöndorff y, echará una mano, a Borg/McEnroe del director danés Janus Metz Pedersen.
En muchas ocasiones (sobre las páginas de este blog cinéfilo), he comentado que un hecho fortuito o acontecimiento forzado a nuestras espaldas, puede modificar radicalmente nuestras vidas. Por ejemplo, que tu ayuda desinteresada puede modificar las expectativas de otros o significar, por el contrario, una tangible amenaza para dichos individuos involucrados. Es decir, la confianza es la madre de todas las traiciones posibles y venideras.

En Our Kind of Traitor, la directora Susanna White (La Niñera Mágica y el Big Bang), se propone el mismo juego a dos bandas, o bandos irreconciliables, que motivan un encuentro casual y causal. Demostrado con profesionalidad y visión posterior, que nada es tan artificial, sobre todo, cuando los protagonistas tienen dichos nombres y su ficción filmada posee matices, que desembocan en un sentimiento o vínculo personal, del cual es imposible escapar, sin permitir una especie de degeneración de la personalidad o, incluso, la pérdida de alguna vida.
Por eso, el guion del iraní Hossein Amini (Drive, Las Dos Caras de Enero), basado en una obra del escritor británico John Le Carré..., invoca a la aparición estimulante de un espíritu libre o provisto de cierta lealtad, con un personaje pragmático y decidido en los momentos oportunos, que persigue una acción consecuente. Ewan McGregor da vida a un profesor universitario, que verá su aparente tranquilidad enfrentado a una estructura piramidal, contagiosa y dramáticamente fiel. Esto es, un intelectual en crisis, enfangado en una vorágine de traiciones internacionales y débiles desencuentros en el extranjero, más emocionales que inteligentes, dado su función educativa.

Aunque todo el asunto se presenta sin excesos o florituras episódicas, la historia crece y se mantiene una coherencia argumental o suspense exponencial, para una coproducción entre Francia, Gran Bretaña y Rusia, sobre la amistad y otras relaciones, digamos, más interesadas. Pero, el verdadero protagonista de acusaciones, falacias y represalias, tiene la voz de un actor completo y el rostro ambiguo (para el bien y el mal) de Mr. Skarsgard, manifestado a través de su poderosa o pausada interpretación. Tanto que el espectador acaba arrastrado hacia su magnético encanto y su fuerza para representar individuos extremos y violentos, en esta ocasión, matizada con diferentes ejemplos, como padre de familia y acorralado protector.
Si bien, la estructura de sus relaciones familiares y negocios, se narren de manera incompleta al principio, casi testimonial frente a los conflictos y movimientos que se desarrollarán a continuación. Ambos personajes y amigos forzados, se conocieron en aquella fiesta privada como resultado de un secreto inconfesable o mortal, y el conocimiento postrero de otros comportamientos corruptos, pues de aquel silencio o una especial "omertá" azarosa... dependería el futuro de sus relaciones y sus propias vidas.

Como consecuencia (de aquel trabajo camuflado), la pareja protagonista tiene su peso en el desarrollo de los hechos adaptados de Le Carré, pero el punto final, está en la virtud cinematográfica retratando las acciones de políticos corruptos, venganzas arraigadas entre compañeros, vidas camufladas y, por encima de todo, en la responsabilidad profesional de Stellan a la hora de construir un personaje como miembro importante de la mafia rusa. Ya que el punto de ebullición, se eleva cuando cada secuencia encuadra su figura y matiza su presencia, cuando el micrófono se empapa con sus entonaciones clásicas, y por tanto, su vitalidad garantiza la acción, convirtiéndose en el principal atractivo de esta producción de StudioCanal, Anton Capital y Film4.
Las bifurcaciones del argumento clásico y mafioso, significan una resistencia numantina ante diversas acusaciones de uno u otro género, para desembocar en una terrible persecución personal, que no posee marcha atrás o niega la escapada a través de un callejón sin salida. Otra realidad, persigue la ocultación de los crímenes, en persecución de la familia y una acusación agravada dentro del contexto sanguíneo frustrado y de la lealtad, viciada.

Integridad, anonimato, personalidad, dudas, fortaleza interior... son motivos para acercarse a los dos retratos de la corrupción. Y los más importante, el acto de la traición que embarga los corazones en todas las direcciones posibles, dentro y fuera de sus familias, en oficinas y fiestas exclusivas, tratos ilegales y amenazas, por tierra y aire, ajustes de cuentas y encuentros inesperados; apuntando a un posible desencuentro internacional o escapadas al margen de los medios, del ambiente familiar o los cuerpos policiales, la presión o no, sobre el blanqueo de capitales, inversiones oscuras y salidas imposibles. Aquellos que, cinematográficamente, buscan el servicio a la sociedad, frente al enriquecimiento prematuro y dramático de sus cuentas vigiladas, escurridizas, ensangrentadas... son los nuevos héroes fuera de la ley, tras años de grises desfalcos movidos tras las fronteras tecnológicas y la receptividad comercial, transacciones envenenadas y vuelos a ninguna parte. Al final, la separación crítica es producto de todo aquello, por demasiada o escasa comunicación, algo desdibujada entre su nivel social, el tenis y unas vacaciones de conveniencia por Marruecos. Una línea salvadora, convertida en un infierno personal, entre Moscú y Londres, vía Alpes Suizos. Fin de la transmisión...

En esta organización del comentario, sobre el contexto de una inteligencia acosada o viveza sensorial, el diferente es el más cabal. Susanna White es mi ganadora (si bien páginas digitales den ganador al retrato Contable de O´Connor), por los pelos más matizados de Ewan, aunque ambos creadores dan muestras de calidad: películas de leitmotiv violento y clanes mafiosos, con loables actuaciones y evoluciones narrativas. Unas más efectivas que otras, pero de excelente calidad técnica y trazas de una salud envidiable para dicho género o secretos criminales.
Aquí, el azar inicial, gana un contrato incierto entre dos personalidades contrarias y cerebros distanciados, como diría la familia Corleone... por más de una cabeza de caballo de distancia, entre sus pies intranquilos y la almohada. O el baile de esta Traición.

miércoles, 14 de diciembre de 2016

Animales Fantásticos y dónde encontrarlos.


Mis amigos: los seres fantásticos.

Establezco en este comentario de cine, que ante el escaso conocimiento sobre el mundo encantado de Harry Potter y otras personalidades de las novelas, he debido matricularme en un curso acelerado sobre nigromancia, la narración de esta ficción dividida en mortífagos-muggles-potterheads, y otros seres fantásticos ideados por la británica J. K. Rowling, que quedaron en el tintero de su imaginación de escritora fantástica. Este es su siguiente paso hacia mundos imaginarios con una toma de realidad comparable, sobre las ciudades más representativas de la cultura occidental, y causas sociales que amparan la protección de los más débiles o diferentes.
Estos Animales Fantásticos, evolucionan una extensión del Ministerio de la Magia que consagrara a la novelista con un tumultuoso éxito comercial, ahora aderezado por tierras norteamericanas. Pero, mi impulso cinematográfico, me lleva a conocer esas instancias relativas a la concepción inusual de las cosas que quedaron postergadas con Harry, el tiempo paralelo que transcurre entre sus historias y la naturaleza salvaje de esta nueva entidad o cultura mágica.

En segundo lugar del hechizo, o encantamiento desvanecido tras la desconexión anterior (sólo aprecio algo la primera aparición en la gran pantalla y el episodio Harry Potter and the Prisoner of Azkaban dirigido por Alfonso Cuarón), debo apresurarme para comentar que mi desconocimiento, no impide una revisión propia del nuevo contenido. Desconocer en parte, este universo mágico de Hogwarts escocés, sus rincones o lugares agrestes y algunos personajes adyacentes, me ha hecho acercarme con cautela y una capa de invisibilidad como protección de sus millonarios fans. Porque, reconozco un atractivo superior para mentes más adultas, con esta última producción y guion cinematográfico firmado por miss Rowling, otra vez junto al director David Yates (La Leyenda de Tarzán) nacido en St. Helens - Merseyside, England y autor de cuatro películas precursoras de esta nueva estrategia prestidigitadora, de animoso y encantador título, Animales Fantásticos y Dónde Encontrarlos.
El nuevo sistema mágico, abre sus puertas a un viaje plagado de una mitológica plaga de especímenes, peligrosos o encantados, cuyo protagonista principal viene cargado de una maleta pesada y un carácter, digamos algo reservado, casi extraña y ligeramente autista. El doble fondo, se completa con ciencia botánica y la protección de criaturas semi-invisibles, imaginarias para algunos en manos de un estudioso y cauteloso representante de la época victoriana. Un flemático, y despistado en principio, como el actor londinense Eddie Redmayne. Que siempre me cae bien y aparece en títulos interesantes, como éste.

Es una escena de seres fantásticos, que no mitológicos, aunque algo tiene que ver. Pues, se basa en algunas criaturas de leyenda y la división mágica de los protagonistas, con unos poderes impredecibles para el resto de los humanos. Digamos dentro del mundo real, o quizás fuera al revés. Aquellos, encolerizados con el uso indiscriminado de varitas mágicas y destrucciones masivas de sus edificios representativos o barrios, dónde el único representante válido entre ambas concepciones, se pasea con el aspecto juvenil de un divertido y enamoradizo Dan Fogler.
El cuarteto hechizado, se complementa con las actrices Katherine Waterston y Alison Judol, para definir la frontera del bien, mientras en paralelo se abre un universo escondido de nombres que aterrizan en el Nueva York de los años 20 (o posiblemente lo harán en el futuro) para atemorizar y borrar memorias después. Unos Men in Black del pasado, como Ralph Fiennes de Moldemort en la recámara, sin necesidad de escoba aerotransportada para este regreso; tal que Colin Farrell, Ezra Miller, Samantha Morton, Ron Perlman, John Voight y Johnny Depp, alimentando a las bestias y la administración del poder mágico.
Pero, en el reverso de los chismes, podría existir una fruslería consecuente, que indica una relación sexual entre este último perverso y rubio personaje, o Grindelwald, con un Dumbledore más joven y anónimo, hasta ahora, descartando hechizos de amor u otros sortilegios victimistas de novela barata.

De momento, habrá que conformarse con una relación más espiritual, entre dos entes románticos, diferenciados y separados en distintos hemisferios de los hechos narrados, y la conexión protectora con los bichos más estilizados y magnificados, poderosos e inteligentes, en forma de una devolución de roles representativos en sus lugares de procedencia. El joven busca su repatriación legendaria, como significan los mitos para entidades colectivas y identitarias, tal que un nuevo Frank de la Jungla en traje de franela, aunque su visión naturalista, no esté demasiado asfaltada o globalizada, de un escritor conocido como Newt Scamander y su universo particular, creo que oiremos hablar más de él y sus aventuras, al menos cuatro veces.
Admito, que ha atraído este mundo infantil con licencias románticas, aventurero y proteccionista, que significa un regreso a esos mundos mágicos, con cierto estilo a los viajes de Gulliver ideados por Jonathan Swift, el Willy Wonka salido de la pluma del novelista Roald Dahl, un día cambiante de invierno tras dormitar como simpáticas marmotas... o un Félix Rodríguez de la Fuente, con rictus más brit que burgalés. Un práctico estudioso y danzarín amaestrador, con pajarita en ciertas manifestaciones más privadas.


También un recuerdo, a los seres muy animados de Harryhausen o el universo cosmopolita y natural de fantásticas aventuras, creadas por Julio Verne; pero mezclados y retratados mediante esta atracción por la época victoriana, que parece dominada por el misterio y sus grandes mitos fantásticos. Sueños que van del Atreyu de La Historia Interminable a Mi Amigo el Gigante (también en la fábrica de letras de chocolate de Dahl), inolvidable La Máquina del Tiempo, basada en la obra de H.G. Wells o la reciente El hogar de Miss Peregrine para niños peculiares, escrita por otro ente victoriano, divertido e imaginativo como Ransom Riggs, pero trasladados de época, a unos desconocidos Estados Unidos y Mágicos de América.
La fábula de criaturas, con características humanizadas o mucho más que sus funciones básicas, esto es como superhéroes, es parecida a aquellos legendarios animales que serían rescatados de la mitología clásica o inventados en los libros antiguos de fantasía juvenil, desde Simbad al El Señor de los Anillos de Tolkien. Una odisea, del ilusionismo fantástico del cómic a otras adaptaciones por el espacio lejano, cinematográfico. Universos de criaturas inimaginables del género de la ciencia ficción, como Star Wars o Los Guardianes de la Galaxia.

En fin, que esta idea fantástica, viene hechizada con ciertas conexiones infantiles evolucionadas o atractivos placebos ilustrativos, dirigidos al público adulto. Arrumacos y carantoñas, frente a desequilibrios del espíritu gótico y trágicas mutaciones de la personalidad más recóndita e inimaginable. O no... atentos al desenlace.
En realidad, son hechos mundanos guiados por la mano tenebrosa del hombre, caracterizados por derivadas territoriales e ideológicas, más estructuradas que los vacuos trucos de teletransportación y alguna pócima digitalizada que, sin embargo, no extiende las raíces de la conservación de las especies en profundidad. O, el enfrentamiento de dos personalidades antiguas de la humanidad, bien y mal, rivales a tiros, de conjuro; en favor de la libertad y el libre albedrío o, deseando la esclavitud oscura de un planeta deshumanizado y esclavo, con alzamientos de almas a golpe de varita decimonónica y estratégica, posiblemente, paralelismos a una forma radicalizada de la existencia... ¡qué amenaza con volver!

En el aspecto técnico de esta coproducción entre USA y Gran Bretaña, se desenvuelve la productora Heyday Films y unos efectos especiales que podrían mejorarse, con éxito y espectacularidad de sus andanzas en un mundo más ampliado. Porque, en otro plano, no menos importante, su historia disminuye entre la zoología escondida y la dudosa permanencia en lugares poco llamativos para el cuidado de estas enormes bestias o criaturitas de un Señor de las... ídem. Menos musculado que aquel joven Marc Singer, dirigido por Don Coscarelli (sí el de Fantasma y Masters of Horror).
Pues, si bien se abastece de ciertas manifestaciones que destacaban en aquellas novelas de Harry Potter y sus acérrimos colegas de la quinta mágica, va al grano o la esencia. Sin tantos detalles, licencias narrativas y juegos desnaturalizados con escobas voladoras, pero con un mayor número de guiños temporales, hacia su propio nacimiento y evolución; rayos y truenos, dragones y gatos de Chesire, abracadabra pata de arpía, sortilegios de amores con transmutaciones... y la música de James Newton Howard, para redondear y hacer más épica la estancia, en este nuevo universo mágico creado por la natural de Yate, South Gloucestershire, millonaria pero caritativa J.K. Rowling.

Por ende, como Michael y sus alimañas amigas, he sentido cierto rejuvenecimiento, un regusto arcaico por los magos del celuloide clásico. Más crecidos y desparramados en clubes nocturnos en función de casos detectivescos, gángsteres de diseño contrahecho y puro en la comisura de sus fauces insanas, heroínas flexibles y muñecas de alta costura. Obnubilado con pócimas de cócteles exóticos, música y risas extravagantes, peligro en cada esquina sombría, atraído ante una forma de imaginar el romanticismo imposible, bajo los escombros personales de una zona catastrófica o guerra abierta entre clases. Cautivado por el deseo, tras el despertar de un sueño fantástico bajo la lluvia, imborrable, al menos, para un género. Fantástico...
Por todo esto, más que por el tratamiento timorato y confuso de la parte oscura (estamos en audiencia infantil, no olvidemos), de aquellas relaciones burocráticas y piramidales, dictadas por gobiernos en la sombra y ministerios ególatras, disparates entre dioses en su monte cerrado del Olimpo y los despavoridos humanos adiestrados, desamortizaciones cerebrales al estilo MIB... pues, parece que se ha puesto de moda, la marcha atrás de secuencias actuales en películas de acción y otros apocalipsis temporales.
Algo diferente, que podría evolucionar en próximos safaris y personajes.

Tráiler Rogue One: Una historia de Star Wars, de Gareth Edwards.


Tráiler The Mummy, de Alex Kurtzman.


Tráiler Assassin´s Creed, de Justin Kurzel.


James Newton Howard: Fantastic Beasts and Where to Find Them: Original Motion Picture Soundtrack

domingo, 11 de diciembre de 2016

Double Feature: Peeping Tom/The Texas Chainsaw Massacre

Peeping Tom.

El cine, tras un periodo de frecuentes sustos para nuevos clientes al terror, se embarcaría en historias con el rostro de monstruos clásicos o esas figuras de nuestro pasado asustadizo que emergieron de las fábulas. Los seres salían de las retorcidas leyendas hacia nuestros miedos intrínsecos o los vaivenes de la sociedad, ante la miseria, las guerras o la enfermedad. Después, el trauma infantil se preparaba para la salida a un mundo de amenazas históricas a través de las carnicerías, envueltas en una extrema crueldad bélica, hasta la llegada de otros seres acechantes desde el cielo, que sugerían invasiones procedentes de otros mundos desconocidos. Pero los ojos del miedo, el retrato pavoroso del ser humano, se enfocaría en algo mucho más vecinal y peligroso, aquellos horrores propios del hombre y su extraño comportamiento social, que se empapaban con el sudor frío, el escalofrío ante unas manos sin mácula, el latido convulso de la angustia en la sien, el gesto de la frágil víctima ante un rostro conocido, el horror en los humanos poros de nuestra piel, lacerada, consumida...
Los nuevos criminales de estas jóvenes generaciones de aficionados al terror, ahora poseían un tratamiento de choque mediático, con el impacto visual de algunas acciones enfermizas en la pantalla, gigante, colectiva, foco de pesadillas... que residía en la obtención del terror a través de una fórmula violenta y cercana, el placer culpable y el pecado, la mirada conceptualmente depravada, la psicopatía.

La nueva línea estaba trazada dentro de esas mentes, ya desde los años incipientes de la imagen en una sala a oscuras, con acercamientos al mundo del Fausto de Murnau, la mesa devastadora de Browning, el doctor de Wiene o los estilizados cuadros de Lang, reflejando en fotogramas ciertos trastornos producidos durante la etapa infantil o educativa, en manos de tutores irresponsables o voces discordantes con sus anomalías frente a la sociedad, denominada normal. Eran mundos alejados de la protección, colectiva y privada, o confusiones derivadas del exceso, como el cariño paterno/materno-filial, que podría producir graves complicaciones en una edad más adulta.
En esos momentos, el miedo se camuflaba en las sombras y una osadía sin parangón, se traducía en una capa de lúgubre inteligencia que se anticipaba varios años, con irrespirable atmósfera que nos conducía a terribles historias personales, noticias envueltas de trampas visuales, iconografía de culto para cinéfilos, pero solventadas cinematográficamente por unos equipos solventes o jóvenes con pocos medios, pero mucha imaginación. Todo al servicio del suspense, como el Maestro y su universo cinematográfico, cuya atracción procedía de lo oculto, lo sugerido o insano, el riesgo impregnado por impactantes imágenes, silencios o el acecho tratado desde diferentes perspectivas. Luego, tonalidades de color manifestando un malestar social más llamativo, y un nuevo enfoque del dolor que se reflejaría invertido sobre el interior de alguna mirada futura.

La pantalla comenzaba a estar manipulada para el espectador, resabiado en la novela negra, quizás por ello, Truman Capote empieza a escribir con sobresalto A Sangre Fría. Así, aparecerían cintas como la homónima firmada por Richard Brooks en 1967, Frenesí en 1972 (doce extensos años tras la presente) o El Estrangulador de Boston de Richard Fleischer en 1968, que tenían aspectos básicos de aquel cine expresionista, con nuevas texturas y obsesiones; fijándose en comportamientos traumáticos o desviaciones sexuales de complejidad psicológica, de actual relevancia, que comenzarían no obstante en Psicosis. Causados por un desviado carismático, antisocial, criado en ese ambiente extraño u opresivo de la infancia, semejante a un tipo de individuos perturbados que ya dibujaron genios cinematográficos y narrativos como los nombrados anteriormente.
Pero, las primeras películas de color con excrecencias metafóricas, a distintos traumas sugeridos por la infancia y agónicos gritos de las víctimas, observadas en la oscuridad, tendrían un desarrollo problemático asumiendo las dificultades de ciertos rodajes o la utilización de repartos o equipos, diríamos, aún no tan profesionales. Pequeñas aventuras independientes que se enfocarían en el impacto y la sorpresa visual, o el concepto estratégico y sugestivo, en un auténtico devenir para esos técnicos y actores, impregnados en un ambiente cinematográficamente extraño o terroríficamente imaginativo.

Esta sesión doble, de horror humano, se basa en aquella mirada prohibitiva, a veces nauseabunda. Sobre todo, bastante marginada en el aspecto cinematográfico, que se fraguó a base de golpes, caídas, carne lastimada y lágrimas de miedo, frente a unos ojos inyectados en sangre, que salían de la pantalla a nuestro cerebro.
Aquellos primeros minutos en pantalla estaban cargados de simbolismo y avisos de peligro, señales encolerizadas en rojo sangre, que producían una erupción de sensaciones o angustias, metáforas dramáticas ante el crimen más enfermizo y ardiente. Desde óculos sin vida aparente, que observan tras un velo frío, traspasando a estrellas fulgurantes que derraman su aliento en brazos incandescentes, afilados e infatigables, sobre la pantalla desmembrada o nuestra controlada, brillante y azulada existencia.

"Fotografía a color, una época de terror".

El Sol como un gran ojo avizor, convulso e indiscreto, se convertía en esa especie de bestia que amenazara con golpear incansable sobre todo a su alcance. El gran ojo, abierto a las visiones o pesadillas más hirientes, salvajes, descontroladas, sobre la concepción del ser humano, el tránsito del mal y el dolor. Fuera de toda comprensión metafísica o la propia fe en el cine, durante aquella novedosa etapa fílmica o experimental.
Una apuesta de los jóvenes artistas en desarrollo, hambrientos de nuevas experiencias, por crear una atmósfera claustrofóbica alrededor del hombre y su violenta escena mediática, ya sea en un barrio gris de Londres, un motel apartado o una llanura polvorienta de Texas. Ejecutanto los primeros pasos de una carrera que se desarrollaría a golpe de lente deformada, el sudor frío ante diferentes problemas técnicos o el retrato angular de ese miedo escénico, frente al propio espejo, límite entre la vida y la muerte.

Gracias a esa observación profunda del comportamiento criminal, la audacia y ciertos golpes de efecto, basados en la perspectiva visual o la construcción de personajes extraños, se coquetea con la familia, los muros del placer y el sexo, la carne en descomposición, los ojos de pánico... Fundido en rojo, un Sol amarillo nos alumbra o una figura retorcida, que proyecta una sombra de nosotros, de la mente. Este es el diseño...
Pero antes, en el 1960, nadie estaba preparado para un impacto semejante, ni años después, un adolescente en un programa doble, que ya estaba acostumbrado a Cosas procedentes de otros mundos, vampiros de Düsseldorf más terrenales u otras demoliciones monstruosas de la británica Universal o la Hammer. Claro, que vista hoy, El Fotógrafo del Pánico y su tono metafórico, posee matices irreales, como casi todo ante el panorama del crimen y el salvajismo actual.

Esos personajes parecen una caricatura en las miradas actuales, quizás, derivadas desde la perspectiva icónica, el ritmo de la fiera con piel de cordero, silencio, o los movimientos modernos de la cámara. Pero, aquellos escenarios, paisajes o platós elaborados, tenían la intención obsesiva de llamar nuestra atención y revolvernos en la metodología criminal o agresiva de un ser depravado, nunca visto antes. La cámara se convertía en una zona de batalla, agónica y violenta, del próximo cine que busca elementos extraordinarios para llamar la atención sobre el peligro, infundir el miedo y mantener el suspense (más que la sangre, por ahora) y adentrarse en la manipulación de conciencias, lejos de aquellos enfoques imaginativos. La historia agravada, en sintonía con un resultado final que impactara, más allá de la exhibición gráfica o este dibujo amoral sobre la mirada humana.

El director británico natural de Bekesbourne (Kent) Michael Powell, entre narcisos negros, zapatillas rojas y otras óperas, se alejaba de esas experiencias coloristas, notas mágicas, de un pasado amateur pero extraordinariamente profesional junto a un emigrado Pressburger. Donde su mirada recalaba sobre un escenario estudiado para captar la enfermedad y el crimen, en su aspecto más directo, enrevesado y agónico, como un alarido a oscuras en mitad de una sala de cine, buscado a propósito o devuelto por esa atmósfera experimental. Las increíbles secuencias a inicios del sesenta, moldeaban su fisionomía particular e influencia, en algunos aspectos terroríficos que se mantendrían en la retina del público, muchas horas después y hasta décadas. Eran pequeños puzzles del comportamiento, agravados por la perspectiva de la víctima indefensa pegada a su espald, como diminutas piezas de un museo de los horrores que no para de crecer, expandirse desde la pantalla blanca hasta nuestra mirada, sorprendida, aterrorizada... También algo diluida en determinados conceptos, aptitudes psicopáticas y distanciadas temporalmente de ciertas experiencias actuales y digitales, como toda buena obra de culto a 24 fotogramas por segundo.

Peeping Tom, tomaba su nombre de una leyenda, que trataba sobre el matrimonio de Lady Godiva, zambulléndose en lagunas olvidadas por su marido y en desnudez cabalgaba en favor de los necesitados, mientras Tom El Mirón o El Voyeur en francés, desde su escondite la observaba. Surgido en un posible desarrollo educativo más traumático de la infancia, o esa obsesión de mirar a través de un agujero a escondidas, hasta que el tubo mecánico o la máquina terminó captando la última expresión del horror y el dolor.
Para ello, creo que intentaba alejarse de las víctimas, objetos en identidad aparente, cuya selección sería fuera de aquellos patrones habituales para el cine clásico y los repartos lujosos de cánones esbeltos y rostros de porcelana, con la extraña laxitud de Anna Massey (El Rapto de Bunny Lake y también en el Frenesí desquiciado sexualmente de Alfred Hitchcock) y la escocesa Moira Shearer, conocida en otros bailes coloristas.
El miedo podría resultar, como así fue en nuestra experiencia visual, más real y cercano, tanto como el aliento caldeado sobre una ahumada y expectante lente. Sus consecuencias lesivas se ilustraban en la perspectiva. Del observador contemplado que acecha a unos ojos que, a su vez, no saben que les miran a todos, o sí... es una película. Un bucle inabarcable entre espectador, artista, personaje y director.

Peeping Tom, o Tom el fotógrafo mirón, se obsesiona con aquella leyenda de Lady Godiva, desnuda y maternal, en sus cabalgatas íntimas. El voyeurismo llevado al extremo, tan de moda en la época actual, y que,tantas veces, ha retratado el Séptimo Arte o la Literatura en general. El poder de un individuo sobre la vida de otro, contando una historia áspera y cruel, pero con un punto macabro en la conducta que encierra un paralelismo entre vida real y la reflejada por la cámara de cine. Un estereotipo de la enfermedad visual o la atracción enfermiza.
Powell contrató como guionista a un polímata y criptógrafo sobre la Segunda Guerra Mundial, llamado Leo Marks, con la intención de captar esa esencia del horror, en esas pavorosos momentos donde la vida pierde sentido en las fauces de un engranaje peligroso o patología. Sin inteligencia ni medida, el dolor era la misión de la fotografía de un profesional clásico como Otto Heller, que no pasaba desapercibida o escondida tras una banda sonora algo desmedida (también propia de la siguiente visualización, a continuación...) y servía para ofrecer a Peeping Tom, una conexión electrizante y elaborada con la obra genial de Hitchcock, o cierta desazón estructural con la película de Antonioni, Blow Up, basada en la obra de Julio Cortázar, Las Babas del Diablo.
Foto de Set, La Matanza de Texas.

Por contra, ante la violencia desatada, para sugerir cierta independencia del asesino o recalcar el aislamiento, el director Powell se centró en la posición y el objeto, apartado de ese espíritu endiablado o enfermo. Filmó los rostros, exagerados o neutros, entre él y nosotros, de las víctimas en relación con el protagonista, un actor austriaco llamado Karlheinz Böhm que viajó de Sissi a Los Cuatro Jinetes del Apocalipsis o Los Hermanos Grimm, y reflejaba cierta profanación con su gesto alejado de la imaginería o el tecnicismo de escuela interpretativa junto a Rainer Werner Fassbinder. Más visceral y cercano al viejo expresionismo alemán, pero muy distante y extraño visualmente para un simple voyeur cimatográfico.
Peeping Tom es una aventura visual y conceptual, marcó el nombre de la banda de rock Peeping Tom, y significó una especie de picante pimienta para Placebo. Qué de Pes...

The Texas Chain Saw Massacre.

"El Recuerdo Sensitivo"

No recuerdo exactamente, la nueva visión me hace viajar al pasado de mi juventud... cuándo y dónde vi por primera vez la película de terror La Matanza de Texas o su completa definición eléctrica The Texas Chain Saw Massacre, de un joven de veintiséis años llamado Tobe Hooper... pero sí reconozco que, su visceralidad y profunda carga simbólica, me produjo una profunda impresión y desasosiego interior. Por sus inicios al Solcon una expresión de la muerte (que hoy se asemeja a las poses artísticas de la serie Hannibal), el caracter del noticiero, pues desarrolla unos actos de ficción que tienen una base en individuos demasiado reales y dramáticamente desagradables, y su marcado estilo de raíces documentales o episódicas.

Ha pasado, otro día de Halloween y vuelvo a visionar el horror del pasado, el género que ha menguado un tanto en imaginación y calidad artística (salvo excepciones como The Witch), ante el salvajismo imperante en la sociedad actual y los borbotones sin medida. Ahí, se hacen patentes otras características que sorprendieron (lo siguen haciendo) por el cariz amateur de la cinta o el aprendizaje de una aventura que llevaría a parte del equipo a las grandes producciones de Hollywood. El director natural de Austin, Tobe Hooper (La Casa de los Horrores, Poltergeist) era también, productor y guionista de la historia, uno de aquellos aprendices, en iniciático transporte a la ciencia ficción y el terror.
Ya lo presagiaba igual, unos títulos de crédito en rojo encendido y luminosas letras de color amarillo chillón, que tapaban ligeramente los ramalazos energéticos de un Sol encolerizado, como la mente de un asesino, una bestia que nos observa en la distancia, ocultando su violencia aparentemente. Antes, de los borbotones actuales de sangre en una matanza digital.

Una carta de presentación como road movie, encerrados tal que Diligencia en el Oeste (¿recuerdas John, la amenaza, el peligro...?), plagada de personajes extraños e inolvidables, porque sugerían un temblor mecánico. Calor, carne de corderos y sangre alocada en una van de colegas, rodando sobre los campos pajizos de la calenturienta Texas, fluidos sobre fluidos (menos de los que la memoria contemplaba por aquel entonces), piel y huesos desparramados, una última cena deforme y sádica, algunas sonoras estridencias en la banda musical, extrema como el tratamiento de seres inteligentes... tal que si fueran carne de vacuno en un matadero, con sonido eléctrico de black metal. Sin embargo, ni gota de notas roqueras ni sangre, sólo gritos y color de Serie B...

Claro, el tiempo ha pasado como decía la canción, y los encefalogramas planos se transforman en una especie de curiosa o simpática caricatura, a veces, una burla... del miedo y de nosotros. En su evolución, singularmente descuidada y enfermiza, preside la ´descuidada` ambientación, el sudor de un equipo en pleno verano de rodaje, el esfuerzo por mantener oculto, la sorpresa gigantesca del horror y, sobre todo, todas la texturas de la época, que invaden nuestros sentidos o despiertan sensaciones, que van del cariño por aquel cine, a los motivos repulsivos que nos despiertan, aún hoy. Y alguna sonrisa, que identifica La Matanza de Texas con el cine independiente de siempre o los recursos imaginativos bajo nuestro inquieto cerebro.
Recuerdos que se han deshecho, como la piel seca y macilenta, desprendiéndose en una matanza que ha incitado la mente de muchos otros equipos y directores de otras generaciones posteriores, próximos al slasher más truculento, los jóvenes de mentalidad dudosa y los primeros pasos en esta aventura que significa una carrera profesional en el Séptimo Arte. Aunque sea en un género vilipendiado, a veces, como el terror.

Tobe Hooper era joven, astuto y necesitaba una aventura fílmica, años en la universidad y cámara de documentales, aunque mucho interés por destacar en el cine. Posiblemente, leería sobre el real Ed Gein y se lanzaría en furgoneta, tras muchos quebraderos de cabeza, a la carretera en persecución de sus sueños, tal que una Diligencia destartalada y ruidosa con John Wayne de jefe, si Ford a las riendas se lo permitía..., sin parches, formando parte del reducido habitáculo, sudando al vapor, la locura y la tensión de una odisea junto a aquellos personajes. Actores al filo del extremo y el secreto de un rostro de cuero. Sí, una aventura demasiado cercana a la realidad, al menos, en un rodaje.
Así como, el mismo Steven Spielberg había logrado el acercamiento al psicópata, con su Diablo Sobre Ruedas de 1971, Sam Raimi visitara el infierno diez años después en Posesión Infernal o George A. Romero con su Noche de los Muertos Vivientes en el blanco y negro de 1968. De la misma forma que muchos otros de otras generaciones lo intentarían, independientes especialmente, logrando un éxito que multiplicaba por 100 la inversión desembolsada inicialmente y abriendo las puertas de nuevas aventuras peligrosas en la industria de los sueños. Todo ello, se puede percibir con el tiempo, en la cinta The Texas Chain Saw Massacre y sus múltiples texturas, sensaciones y secuencias.

Junto a la cultura y la vida rural de Texas, definida o mitificada en sus raíces profundas en el terreno cinematográfico y salvaje, del mundo ganadero y sus instrumentos. Frente a la mentalidad de una parte de nuestra sociedad, el secretismo familiar de la enfermedad y el castigo, los hábitos alimenticios, la sensación pegajosa, la juventud y sus alaridos de terror... próximamente en sus pantallas. Esta magia del cine transforma nuestro pensamiento con las sensaciones más extremas que interpreta Mr. Hooper a la perfección (slasher sí, excepto derivaciones estilistas propias del nacimiento de un género en expansión paulatina) y la recreación de los espacios claustrofóbicos. Incluso, gotitas de un screwball en las persecuciones finales...
Así, diríamos que esta Masacre de la Motosierra, viene avalada de imaginación, verídica mala baba, mucho ambiente insano y un universo enfermizo mentalmente, dirigido a nuestros sentidos:

Los Sentidos del Horror, empiezan en la mente.

Empiezan en el interior de nuestra cabeza, hasta completar los cinco, frente a individuo nervioso y que precipita el malestar, con sonidos y respuestas erróneas. Se palpa la densidad de la cabina, el olor del sudor y la sangre brotando de una pequeña herida o corte, las burlas de los chicos de ciudad, pero sin estridencias. Una risa nerviosa que es antesala de sus males.
En sus fotografías no se detallan los conceptos del miedo, sólo una angustia que procede del consumo de la carne y el desagradable aspecto, simplemente... una parte de la familia que no conocemos ni sentimos aún.

Cuando te acercas a la gasolinera, entre efluvios de gases inflamables y una tienda cochambrosa, puedes empezar a olfatear su miedo, apenas intranquilidad inicial. Hueles a sitio cerrado, a polvo y hueso, a agria muerte que se concentra en reducido espacio, a cuerpos poco aseados y vertidos poco agradables. A pólvora, a serrín humano y otras notas impregnadas entre un motor y el cuero.
En ese momento, de ruptura silenciosa y cortante como una explosión nuclear, a falta de gritos de compañeros, aparece él, el mismo diablo con máscara para ocultar su identidad o la belleza no correspondida, se acerca gruñendo con el motor de su sierra eléctrica y sus pesados zapatos sobre la madera, la plasmación sustituida por el consumo, se apaga el proyector, se cierra el telón... el Horror ha llegado.

La vista es el órgano que más directamente llega a impactarnos, porque lo que viene a continuación, es sadismo y necrofagia, es una educación privativa en un ambiente rural y aislado completamente, salvo tiernas visitas. Es un golpe seco sobre el cráneo o un deslizar del gancho entre tus vértebras, crujidos sobre la mesa y luego más silencio. Luego, la fiesta de lo macabro con una invitada nada agraciada y la visita del patriarca, una especie de Nosferatu que no puede con su alma, ya casi terminada.
El tacto, claro, es el contacto con la motosierra. En el término se mezclan las percepciones, la habitación del pánico y el ático de Psicosis, cacareos de gallinas y abusos de gallitos, la calma chicha antes de en un auténtico infierno de carreras, oscuridad en la naturaleza, belleza agreste, gritos de una final girl despendolada, tiros y roturas de cristales, fealdad contra hermosa juventud, chistes y bravuconadas, un monstruo caricaturizado hasta hacernos reír, una avalancha de precipitaciones visuales, carretera y manta... y el tacto para mantener la tranquilidad subjetiva, tras la cámara.

La maldición intelectual contra los protagonistas, haría difícil su contratación en el futuro y su participación en la película, traería sorpresas del tamaño de un espeluznante Leatherface o el actor nacido en Reykjavik, más que encasillado y desaparecido hace un año, Gunnar Hansen.
El paso siguiente en el viaje profesional del equipo, varía entre sus participante en la masacre de Texas, como la estigmatización de la película y sus influencias posteriores en el slasher, convertida en culto por los incondicionales del género, o adquirida con el tiempo en otros foros culturales, aunque fuera despreciada en aquella época de mediados de los 70. El resto es mítica del crimen y leyenda del cine de terror, envuelta en problemas de mantenimiento y materiales, anécdotas referentes a la aparición del monstruo en escena, y con el paso de los años, la repercusión o trascendencia de un cine que, difícilmente volverá. No independiente, sino mecánico y grabado en celuloide, con sus texturas y colores, con su fragancia a enfermedad y vicios temporales, un toque de comicidad (no sé si buscada) y ciertamente repetitivo en las secuencias últimas, la estridencia sonora que, hoy, podría eliminarse, extralimitada y descontextualizada música, como en muchos filmes de eras pretéritas dentro de la historia del cine...

Ah, para incluir una postura polémica... los depredadores existen y algunas lenguas (con cierto tino), apuntan a que La Matanza de la Motosierra de Texas, posee un consentimiento con la violencia de género o el tratamiento narrativo de la mujeres en escena, pues el posicionamiento contra las víctimas fue tachado de "machista", por su sufrimiento y... especialmente con las tomas sexistas o comentarios en la famosa gasolinera. Ante el cine actual y gore, esto sería un tomado como un chiste, macabro.

Tráiler Peeping Tom, de Michael Powell:

Placebo - Peeping Tom.


Tráiler The Texas Chainsaw Massacre:

Cinemomio: Thank you

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